Artículo de Carlos Jiménez Muñoz-“Empresa, Acción Social y Covid-19”

EMPRESA, ACCIÓN SOCIAL Y COVID-19

por Carlos Jiménez Muñoz *

 

A menudo escuchamos que el Covid-19 nos afecta a todos, y, probablemente, sea cierto que, desde un punto de vista sociológico e incluso psicológico, así sea.

Sin embargo, es una evidencia que la pandemia no nos está afectado a todos por igual.

Más allá de los fallecidos y sus familiares, principales víctimas del coronavirus junto con los descartados -que diría el Papa Francisco- cuya precariedad se agrava de manera desesperada con la epidemia, lo cierto es que las empresas e, indirectamente, los trabajadores que se emplean en ellas son algunos de los grandes damnificados por esta crisis.

Para comprobarlo, basta con repasar algunas cifras:

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), a nivel global en España, la producción industrial ha bajado un 33,6% en tasa anual. La industria automovilística, la más afectada, ha sufrido un descenso de su producción del 92% respecto al mismo periodo del año pasado.

A junio de 2020, la tasa anual del Índice Global de la Cifra de Negocio Empresarial (ICNE) es de un −18,3% respecto del año anterior.

Por su parte, las previsiones del Banco de España pronostican una caída del PIB de entre el 9% y el 15,1% en el 2020, y un rebote en 2021 de entre el 6,9 % y el 9,1 %.

Para hacernos una idea de las magnitudes que se manejan, durante los seis años de gran recesión, entre 2008 y 2013, se perdieron 9,5 puntos de PIB, y en la crisis de 1993, un punto.

En cuanto al desempleo, también según el Banco de España, este se disparará este año hasta una horquilla de entre el 18,1% y el 24,7%, sin contar los trabajadores afectados por ERTE.

En este escenario tan complejo, pedimos a las empresas que sean solidarias y que se orienten al bien común.

Y lo cierto es que las empresas, independientemente de su tamaño y su capacidad económica, han reaccionado muy bien ante la emergencia sanitaria y social causada por el Covid-19.

Podemos destacar, entre otras muchas, las siguientes acciones empresariales para mitigar los efectos de la crisis, especialmente en las personas:

     – La aseguradora Mapfre ha movilizado más de 200 millones de euros para diferentes iniciativas sociales. La partida más amplia es la destinada a la protección del empleo, para la que destina 60 millones de          euros en ayudas para pymes y autónomos,

     – Fujitsu ha creado “iBarrio”, una app gratuita que conecta a los vecinos con más de 350.000 tiendas de productos y servicios.

     – La planta de SEAT en Martorell dejó temporalmente de producir coches para fabricar respiradores,

     – El Corte Inglés reconvirtió su taller de costura de Madrid, para confeccionar mascarillas de protección durante las semanas mas duras del confinamiento,

    – Ilunion, la empresa del grupo ONCE, ha facilitado sus 26 hoteles para albergar a personas afectadas por el Covid-19 y colaboró con el hospital instalado en IFEMA ofreciendo ropa de cama y su servicio de lavandería industrial, y Gerflor Iberia donó 1.000 m2 de su pavimento sanitario para la medicalización del hotel Vía Castellana de Madrid,

     – La farmacéutica alemana Bayer donó 800.000 euros para el Sistema Nacional de Salud, y el Grupo DKV, por su parte, ha puesto en marcha iniciativas solidarias para apoyar psicológicamente a las personas mayores y al personal sanitario.

Son solo algunos ejemplos, pero, sin duda, ilustrativos de cómo el sector privado puede contribuir de manera eficiente al bienestar social en un futuro próximo, favoreciendo la actividad económica y limitando la intervención estatal en este campo. La encíclica Centesimus annus (48) ya denunciaba en 1991 la “usurpación” de la función asistencial por el Estado como una violación del principio de subsidiariedad.

No obstante lo anterior, junto al desarrollo de productos y servicios útiles para la sociedad, la creación y mantenimiento de empleo de calidad sigue siendo la principal acción social (lato sensu) de las empresas. El trabajo es el verdadero escudo social del que hablan nuestros políticos:

     – El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre que, más allá de su justa retribución, le dignifica como persona. El trabajo es también un servicio, idóneo para cooperar a la realización del plan divino.

     – Por su parte, la empresa, junto a la familia, es el hábitat natural para el desarrollo personal e intelectual de las personas.

Por ello, en esta nueva etapa de recuperación post-covid hay que poner el foco en las empresas, activarlas como verdadero motor del rescate económico y social de España. La sociedad civil debe entender que las empresas son parte fundamental de la estructuración social en este momento histórico, y las administraciones públicas, respetando el principio de subsidiariedad, deben incentivar la recuperación de la actividad empresarial y con ello del empleo.

Identificaría tres ejes principales sobre los que articular tal propósito:

     1) Potenciar la colaboración público-privada.

    Focalizada, más allá de las subvenciones o ayudas temporales necesarias, en fomentar la iniciativa empresarial, la innovación tecnológica y la actividad económica en general propiciada por la libertad de  empresa. Simplificar los trámites administrativos y regulatorios para la apertura de negocios, reducir los costes laborales y tributarios (para que haya algo que distribuir antes hay que producir), incentivando fiscalmente la creación y el mantenimiento de puestos de trabajo, y promover la innovación, son solo algunos ejemplos.

      Especial importancia cobra la necesidad de motivar el emprendimiento joven, y no desincentivarlo con subsidios igualitaristas.

     2) Fomentar estructuras de corresponsabilidad en las empresas para hacerlas más competitivas.

    Corresponsabilidad que debe entenderse como un verdadero compromiso de un grupo de personas (empresario, directivos y trabajadores) en el desarrollo de un proyecto común a largo plazo. En definitiva, trabajar juntos y alineados para salir, de verdad más fuertes -competitivamente hablando-, de la encrucijada empresarial a la que nos toca enfrentarnos.

     La corresponsabilidad es, además, una dinámica que debe dar a cada persona las herramientas para desarrollar adecuadamente las funciones que le competen en la empresa, trasladándole una responsabilidad individual y una motivación superior para crecer, personal y profesionalmente, conforme a sus méritos; permitiendo, asimismo, una flexibilidad organizacional que, a la vez que otorga a cada uno su importancia “en y para” la empresa, le permite conciliar su vida familiar (work life balance).

     Aunque a algunos les pueda parecer, no es nada nuevo, es la concreción de los principios de subsidiariedad y bien común en el empresa, directrices constantes y características del pensamiento social cristiano desde hace más de un siglo.

     3) Promover una verdadera comunidad empresarial cuyo lema sea “creces porque das”.

     Para superar la atomización endémica de nuestro tejido empresarial, resulta más necesaria que nunca una verdadera colaboración empresarial que, sin caer en el corporativismo, supere la “suma cero” por medio de intercambios beneficiosos para todas las partes implicadas. Se trata, en definitiva, de hacer la tarta más grande, no de competir todos por la misma porción de tarta.

     Finalmente, en el actual contexto, los empresarios deben comprender la necesidad de aplazar temporalmente la gratificación y practicar las virtudes del ahorro, la prudencia y la previsión, de modo que puedan afrontar nuevas inversiones con estrategias a medio y largo plazo, enemigas del materialismo cortoplacista.

Madrid, a diez de junio de dos mil veinte.

(*) Carlos Jiménez Muñoz es abogado y miembro del Consejo de Dirección de Acción Social Empresarial (ASE).

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