Hace unas semanas, participando en unas jornadas técnicas de mediación laboral, escuché de la persona que impartía las mismas la expresión que encabeza este modesto comentario que voy a tratar de dejar en estas modestas líneas, porque creo que merece la pena dedicar algunos momentos a su examen y así protagonizar responsables actuaciones de futuro en cada uno de los lugares en los cuales desarrollemos nuestras ocupaciones o trabajos.
Y ello, porque tanto si decidimos empeñarnos en la superación de la rutina, como si convenimos que la práctica de una aceptable rutina, también nos puede llevar a superar y ganar en satisfacción mediante la repetición mejorada de acciones; estaremos haciendo mejor nuestra vida y también nuestro bienestar.
Qué cómoda resultas rutina cuando refugiándonos en una estricta repetición “sin más” de lo que nos presentas para cumplir sin apenas tener que pensar, nos llevas a una actitud de ni razonar, ni de esforzarnos.
¡Qué aburrimiento, simple rutina!. ¡Cómo adormeces a nuestra iniciativa y a nuestro posible esfuerzo de superación!
Qué aburrida resultas rutina porque seguirte, no nos produce ni motivación ni satisfacción y con ello aniquilas o adormeces la posible implicación en mayores objetivos, tanto si los pudiéramos considerar de manera individual como sirviendo colectivamente. ¡Qué aburrida y qué censurable!.
Qué aburrida eres rutina si en la sucesión de acciones en un día y en el siguiente y en otro y en otro más; no nos dejas lugar, por pura comodidad, a que se puedan anhelar mejoras, rapidez, eficacia, un buen hacer, etc.- aunque todo ello consista en la repetición de acciones iguales o de transitar por caminos sin esfuerzos.
Todas las situaciones anteriormente descritas y a otras muchas que suceden día a día y que son fácilmente conocidas y comprensibles, ponen severamente de manifiesto nuestra comodidad y nos acusan de ello y suponen también el que nos refugiemos en
“hago lo que puedo pero no tengo obligación de más” o en la búsqueda de refugios justificativos: “yo no tengo obligación de hacer más cuando hago lo que tengo señalado”,
con lo cual estoy cercenando mis propias capacidades de mejora personal y de servicio a los demás.
En esa actitud que nunca y en ninguna circunstancia tiene justificación, están los graves defectos que ocasiona el recurrir a la rutina dejando “repito una vez más” la positividad de los servicios al común y la realización personal a la cual todos debemos aspirar para “negociar bien los talentos de los cuales estamos dotados”.
Y es ahí, donde la aburrida rutina al ser combatida con nuestro ingenio, el de los miembros de un círculo de trabajo o de una acción cultural, bien a título personal o bien de forma colectiva, eres derrotada y se ve superado tu aburrimiento.
Si este impulso nuestro sirve para combatir la rutina, aunque ésta siga existiendo y conviviendo entre nosotros, será que no se ha podido hacer compañera de viaje de quienes protagonizamos nuestro deseo de superar su adormilamiento.
La rutina, dada la comodidad de muchos y la renuncia premeditada de algunos así como el silencio de los que no tengan el valor suficiente para reaccionar, seguirá resistiendo, pero nuestro deber es convertirla de comodidad en estímulo.
A eso, creo yo que estamos llamados. Adelante pues.