Durante la misa de toma de posesión de la Cátedra de San Pedro, el papa Francisco se dirigió a todos aquellos que “desempeñan un papel de responsabilidad en el campo económico, político, o en la vida social, y a todos los hombres de buena voluntad.”[1] Con el mismo espíritu de apertura y diálogo, Acción Social Empresarial y UNIAPAC me han invitado, y me siento muy honrado de hablaros hoy.
Os saludo en nombre del Pontificio Concilio de Paz y Justicia. El papel del Pontificio Consejo en la producción de este documento, el lanzamiento de cuya versión española en España nos reúne hoy aquí, es el de resalta el fuerte y creciente interés de la Iglesia por ofrecer una guía para el mundo económico. Cree que no se debe señalar a nadie, sino más bien ayudar a los líderes económicos a comprender y a actuar considerando las implicaciones sociales de la fe en el mundo de los negocios.
La Iglesia quiere animar y ayudar a que los empresarios puedan tomar sus decisiones, de gran responsabilidad, de manera correcta y clara, sobre todo en este periodo de difíciles desafíos.
Procedo ahora a explicar las ideas de base ligadas a los valores empresariales a la luz de la fe cristiana, de la doctrina social de la Iglesia y, en modo particular, de las enseñanzas sobre los dones de Dios en nuestras vidas de la encíclica Caritas in Veritate del Papa Emérito Benedicto XVI. Por otra parte, subrayo los aspectos principales de nuestro documento resumidos en los epígrafres: ver, juzgar y actuar. Y por último, hago un ruego para que el mundo empresarial sea capaz de ofrecer a todos lo mejor, especialmente a los excluidos.
LLAMADA Y DON
“Vocación” significa llamada: una llamada que viene de Dios, nuestro Creador. La creación y todo lo que ha sido creado, ha sido querido precisamente por Dios. Por lo tanto, todo lo que existe tiene un significado que procede de Dios. Por consecuencia, el sentido y el valor de la actividad humana no tiene plenitud si no están ligados al Dios de la creación. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por ello, toda la actividad humana que interesa al hombre, a su existencia y a su mundo, debe estar ligada a Dios y debe ser considerada como una contribución y una continuación del trabajo de Dios por parte del hombre.
Esta verdad fundamental la ha explicado el Papa Francisco en su mensaje al Foro Internacional Económico de Davos:
“La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida” (Ev. Gaudium, 203). De este modo, los hombres y las mujeres pueden servir más eficazmente al bien común y hacer que los bienes del mundo sean más accesibles para todos.[2]
La actividad empresarial pertenece a las actividades humanas. Los hombres de negocios y los empresarios deberían considerar que han sido llamados por Dios para desarrollar sus necesarias e importantes tareas y
actividades como continuación del trabajo divino de la creación. Si se entiende correctamente, la actividad empresarial es una llamada, una vocación, un papel muy noble. La iglesia se siente feliz de apoyar y ayudar a los hombres de negocios a responder de forma apropiada a la propia vocación y a encontrar el lugar de sus actividades en el diseño de Dios para el hombre y para el mundo.
Sabemos que los empresarios viven sometidos a una gran competencia y bajo presión creciente para ser eficientes y para tener un éxito constante. Sin tales características, las empresas no sobrevivirían. Pero sabemos también que la competencia, la eficiencia, el beneficio y la “lógica del mercado” no son suficientes para favorecer el desarrollo de la gente en el mundo del trabajo. Hace falta la “lógica del don”, para conciliar la lógica del mercado y el bien común.
Esta “lógica del don” está presente en la encíclica social Caritas in Veritate, en la cual el papa Benedicto observaba que:
Todo cristiano está llamado a ejercer la verdadera caridad, que corresponda a la propia vocación, según el nivel de influencia que ejerza en la esfera pública;[3] y que el principio de gratitud y la lógica del dono deben insertarse en la normal actividad económica y en las relaciones comerciales.[4]
Esta “lógica del don” subraya la importancia de reconocer que nuestras vidas y el mundo entero en el que vivimos son dones gratuitos de Dios – y tal don debería condicionar nuestras decisiones en el campo profesional. Precisamente esta “ley del don” humaniza y civiliza el mundo empresarial, y así la gente se ve mas como administradora más que como propietaria, ve necesario considerar la propia riqueza como común, en vez de verla solo como un bien privado, y a los propios empleados como personas, no como meros instrumentos de producción.
Esta estimulante enseñanza ha llevado al Pontificio Concilio de Paz y Justicia a intervenir en dos conferencias muy interesantes, analizando el mensaje del papa Benedicto en Caritas in Veritate a propósito del mundo de la empresa. De ahí ha surgido la decisión de escribir un manual o vademécum para hombres y mujeres de negocios que traslade los principios específicos de la doctrina social católica, tales como la dignidad de la persona humana y el bien común, y proporcione unas directrices éticas que puedan ayudar en la toma de decisiones empresariales. Este trabajo ha sido iniciado por un grupo internacional de alrededor de 15 empresarios, financieros, investigadores y profesores universitarios. El coordinador ha sido el Profesor Michael Naughton (EEUU), habiendo participado en el grupo de trabajo el entonces presidente de UNIAPAC, M. Pierre Lecocq. Me gustaría dar las gracias cordialmente a todos ellos, y también a todas las otras muchas personas que han trabajado en el documento, publicado in diversas lenguas con la colaboración de numerosos contribuyentes. Para nosotros, esto es una muestra del importante principio de la subsidiariedad, que estimula la iniciativa, la creatividad y el sentido de responsabilidad compartida (cfr. § 48). La Vocación del líder empresarial que presentamos hoy en Madrid se presentó ya en Tegucigalpa en septiembre de 2012 en el XI Simposio CELAM-UNIAPAC.
El peligro para los hombres de negocios, y para todos nosotros, es que demasiado a menudo consideramos nuestros dones como bienes privados, y no como dones que a través de nosotros están al servicio de otros.
En la doctrina social católica esta “lógica del don” se expresaba en la enciclíca Gaudium et Spes: “el hombre, la única criatura de la tierra que Dios ha querido por sí mismo, no puede encontrarse plenamente si no es a través de un don sincero de sí.”[5] Benedicto XVI explica que la aplicación de este punto de la lógica del don respecto del mundo de los negocios es uno de los mas grandes desafíos a los que nos enfrentamos si en esta lógica del don no quedan implicadas las instituciones y las empresas, es decir, donde trabaja la mayor parte de las personas; y en ese caso acarrearemos un grave perjuicio a la sociedad.
Como ya se ha mencionado anteriormente, el documento proporciona una orientación práctica que constituye un válido auxilio para la toma de decisiones en la vida laboral cotidiana. Puede ser usado también por profesores universitarios y escuelas de negocios. La formación ética de los futuros líderes empresariales es para nosotros de gran importancia. Este documento es un instrumento válido para hacer que tanto esas instituciones como sus administradores comprendan el contenido de su formación y de las áreas de investigación.
Una importante visión de Vocación es la convicción de que un hombre de negocios no está llamado solo a hacer negocios, sino a ser un tipo especial de líder. Como cualquier otro trabajo, el mundo de la empresa debe afrontar lo que San Juan Pablo II llamaba la “dimensión subjetiva del trabajo”. El trabajo no cambia solo el mundo exterior, sino también el interior de quien trabaja: el corazón, el alma y la mente. Nuestro modo de actuar en el trabajo y en la vida define nuestro destino: nuestras acciones nos empujan hacia un lugar de implicaciones eternas.
En su inicio, Vocación habla de estas implicaciones eternas:
“En el evangelio, Jesús nos dice: ‘A quien se le ha dado mucho, se le pedirá mucho; y a quien mucho se le ha confiado, mucho más le será requerido’ (Lc 12, 48). A los hombres de negocios se les han concedido muchos recursos y el Seños les pide ahora que hagan grandes cosas. Esta es su vocación”.
Esta característica que les ha sido concedida conlleva implicaciones sociales. Los líderes empresariales disponen de diversos medios para emprender algo, pero con esos medios tienen también la responsabilidad correspondiente. Vocación contempla al empresario no meramente en términos de sus responsabilidades legales – “no engañar, mentir o engatusar” – sino más bien como una vocación que genera “una contribución única que alcanza incluso el bienestar espiritual del hombre”. En las decisiones cotidianas de la vida ordinaria el hombre de negocios debe tender a una vida completa, inclinada a los deseos de Dios, no simplemente al propio deseo: Él nos da la capacidad de compartir los bienes y de construir la comunidad.
PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
La visión del mundo de la empresa está presente en la Doctrina Social de la Iglesia. El corazón y la dignidad fundamental de todos los seres humanos, en cuanto hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1, 27). Esto expresa el infinito amor de Dios por nosotros. La fe niega que el Dios del amor desee deslealtad, esclavitud, injusticia y guerras para nosotros. Bien al contrario, sobre las bases del amor divino y de la dignidad, nuestra fe nos obliga a acoger cuatro valores fundamentales: verdad, libertad, justicia y paz. Estos valores claramente no pertenecen solo nuestra perspectiva católica, sino a las tres grandes fes monoteístas, y a otras religiones. Pero como esos valores se insertan intrínsecamente en nuestra naturaleza humana divina y amorosa – como enseña la Doctrina social católica – cuando tales valores son confrontados o negados nos generan una fuerte reacción.
La Doctrina Social de la Iglesia enuncia muchos otros principios, algunos de los cuales están particularmente indicados para el mundo empresarial. El servicio al bien común va antes que el satisfacer los propios intereses. Los bienes o recursos del mundo tienen un destino universal; la creación es un don a la humanidad entera, no solo a una parte de ella. Estamos llamados a actuar de manera solidaria con aquellos que no pueden tener tales bienes – con una gran parte de humanidad que sufre mucho.
La visión del mundo económico y financiero trae consigo tensiones significativas que en el mundo de hoy van más allá de la mera puesta en marcha de las empresas. Hay muchos obstáculos externos que pueden llevar a no considerar a esos valores en las instituciones: ausencia de reglas y de normas, corrupción, avidez, pobre gestión de los recursos.
El mayor obstáculo a nivel personal es una vida separada, uno de los errores más serios de nuestra era[6]. La escisión entre la fe religiosa y la dinámica del trabajo de cada día puede llevar a desequilibrios y a una devoción engañosa por el éxito económico.
VER, JUZGAR, ACTUAR
Los desafíos anteriormente mencionados requieren más estructuras humanas, reglas, normativas y buenas prácticas, pero necesitan también que los líderes empresariales sean virtuosos, que tengan esas virtudes que les hagan mejores a sí mismos y al mundo. Por lo que se refiere a los líderes, una característica fundamental es la sabiduría práctica. Es decir, ser sabios en los asuntos prácticos. Nuestro documento explica cómo un líder prudente puede desenvolverse en el mundo del trabajo:
Ve claramente la situación,
Juzga según principios que orientados a la promoción del bien común
Actúa en modo tal de implementar tales principios.
Explicaré uno a uno estos tres pasos. Cada uno de ellos tiene sus propias características, pero está claro ver, juzgar, actuar están estrechamente relacionados entre sí.
Ver: los desafíos y las oportunidades en el mundo del trabajo son cada vez más complicadas tanto a causa del bien como a causa del mal. Cuatro de estos grandes “signos de los tiempos” influyen en la actividad laboral: la globalización, la tecnología en el campo de las comunicaciones, la financiación y los cambios culturales. Ciertamente no son los únicos, pero son factores importantes con los que se deben enfrentar los líderes de hoy.
La Globalización ha traído ganancias, movilidad y nuevas oportunidades laborales extraordinarias. Pero la otra cara de la moneda es el de la mayor desigualdad, de la deslocalización económica, de aniquilación cultural, así como la incapacidad de los gobiernos para disciplinar correctamente los flujos de capitales.
La Tecnología en el campo de las comunicaciones ha permitido la interconexión, nuevas soluciones y productos y bajos costes. Su sorprendente velocidad ha traído también un exceso de informaciones y un proceso de toma de decisiones más veloz.
El crecimiento del sector financiero ha creado modos para hacer palanca sobre el capital para hacerlo más productivo. Ha intensificado también la tendencia a mercantilizar las relaciones comerciales, reduciéndolas a un valor – precio, sea este el valor monetario de la empresa, el precio de un producto o el coste de la mano de obra. Todo ello enfatiza la maximización del dinero y de lo beneficios a corto plazo y se contrapone al trabajo en pro del bien común.
Los cambios culturales en nuestra época nos han conducido a un fuerte individualismo, a cada vez más frecuentes rupturas familiares, a preocupaciones utilitaristas ligadas al yo y a “aquello que es bueno para mí”. El resultado es que podemos tener más bienes privados pero faltan los bienes comunes. Los líderes empresariales se centran cada vez más a maximizar el bienestar económico; los empleados desarrollan capacidad reivindicativa; y los consumidores pretenden una satisfacción inmediata al precio más bajo posible. Desde el momento en que los valores se han vuelto relativos y los derechos son más importantes que los deberes, el objetivo de perseguir un bien común desaparece.
Juzgar: los principios del respeto a la dignidad humana y de la búsqueda del bien común son el fundamento de la doctrina social de la Iglesia. Por lo que se refiere a la economía, estos principios pueden reformularse en tres grupos de fines y características que definen los bienes de la actividad empresarial.
El primer fin es producir bienes buenos. Los empresarios se preocupan por las necesidades del mundo, cuando producen bienes que efectivamente son bienes y servicios que efectivamente son útiles cuando están atentos a las posibilidades de servir a las poblaciones que de otro modo quedarían abandonadas y no se oiría su voz. La solidaridad con los pobres se convierte así en una faceta de su servicio por el bien común.
En segundo lugar, la empresa debe asimismo organizar y proporcionar un buen trabajo productivo. De este modo, se promueve la dignidad del ser humano y se contribuye a la comunidad. ¡Las empresas son comunidades, no solo bienes! Por otra parte, aplicando el principio de la subsidiariedad, la empresa contribuye al desarrollo completo de los trabajadores; lo que significa que se les ofrece la oportunidad de asumir las responsabilidades apropiadas, desde el momento en que contribuyen a la misión de la organización. De esa manera se permite asimismo a los trabajadores influir en la dirección global de la empresa, aceptándose su derecho a participar en grupos intermediarios, tales como los sindicatos.
El tercer punto es el de la riqueza buena. Como buen administrador de los recursos que se le han dado, el dirigente empresarial produce una riqueza sostenible gracias a eficaces procesos productivos que generan grandes y positivos beneficios. Crear riqueza en una actividad no es suficiente si no se piensa también en el gran contexto de administración del medioambiente natural y cultural, pero si basta cuando se piensa, en cambio, solo en aquellos que han hecho posible la riqueza: empleados, clientes, inversores, proveedores y la comunidad en toda su amplitud.
Antes de pasar al tercer paso, el del actuar, me gustaría detenerme un momento en el principio de subsidiariedad, que ha desempeñado un papel importante en la doctrina social católica, y es un tema presente muy a menudo en la política moderna. Hace más 80 años, el Papa Pío XI dijo: “La deformación del orden social produce un daño no menor en el propio Estado, sobre el que recaen todos los pesos, que las destruidas corporaciones ya no pueden soportar, por lo que se encuentra oprimido por una infinidad de cargas y de asuntos”[7] En cambio, la autoridad más alta y más lejana debe siempre respetar la competencia y responsabilidad de entes más pequeños y más locales, que están más directamente conectados con la realidad.
Aquí en España, el Gobierno Central debe respetar y apoyar a todas las Comunidades Autónomas en el ejercicio de su autoridad en contextos determinados, al tiempo que las Comunidades Autónomas deben respetar más a las otras autoridades, porque detentan las responsabilidades. En cierto sentido, es la misma relación individuo-familia: es importante que se hagan elecciones personales importantes respetando la propia dignidad humana y las propias competencia con el apoyo – pero sin recibir interferencias – de entidades de nivel superior.
En el documento Vocación, hemos tratado este principio de subsidiariedad y lo hemos aplicado a la organización interna de las empresas.[8]En funciones bien definidas, tanto la primera línea como los niveles medios deben ejercitar autoridad, deben ser adecuadamente formados y deben disponer de los recursos necesarios para tener éxito. En un momento en el que el conocimiento y la información, así como su recogida y elaboración se convierten en factores de producción cada vez más importantes, la aplicación del principio de subsidiariedad pasa a tener importancia crucial para reforzar “la iniciativa, la innovación y la creatividad, además del sentido de responsabilidad común” (§ 48) en la sociedad.
Actuar: Los líderes empresariales pueden integrar en su trabajo sus aspiraciones, cuando siguen su vocación y se dejan motivar por algo más que el éxito financiero basado solo en la “lógica del mercado”. Los líderes empresariales reciben y aceptan lo que Dios ha hecho por ellos y para poner en valora la vida donada, cuando controlan el modo en el que ellos se dan y y se relacionan con los otros. Cuando los empresarios utilizan las plegarias, el Sabbath, las escrituras, los dones de la vida espiritual, las virtudes y los principios éticos sociales también en el propio trabajo y en la propia vida, superan la “vida separada” y reciben la gracia de sostener el desarrollo integral de todas las personas implicadas. Y es justamente esta vida de fe la que puede reforzar y alentar a los líderes empresariales a responder a los desafíos del mundo sin miedo y cinismo, pero con fe, esperanza y amor.
Este documento apunta a animar y motivar a que los líderes empresariales y los empleados
Vean desafíos y oportunidades en su trabajo,
Juzguen sobre la base de principios sociales éticos, con una visión religiosa del mundo y
Actúen como líderes al servicio de Dios.
CONCLUSIÓN
He introducido los puntos principales de nuestro documento La vocación del líder de empresa. Hemos considerado a los líderes empresariales como co-creadores, junto a Dios, en la formación de los bienes y del trabajo positivo, de administradores de la riqueza buena. He aludido a los principios fundamentales de la doctrina católica social y a la espléndida lógica del don. Espero que estas palabras introductorias hayan provocado vuestra curiosidad. Os invito a leer el documento, a aplicarlo en vuestra vida de trabajo. Os animo a ver, juzgar, actuar y espero que podáis recomendar el documento a otros.
Ahora lo que nos importa más es el diálogo entre la fe y el mundo empresarial: esperamos poder continuar en esta dirección y profundizar en ella. Deseamos apoyar y animar la aplicación de la doctrina social católica en la educación empresarial de los futuros líderes, así como la formación continua para los líderes ya existentes. Asociaciones cristianas de empresarios, tales como ASE y UNIAPAC, me parecen óptimas para este propósito.
En su mensaje al Foro Económico Mundial en Davos, el papa Francisco reconoce las grandes conquistas de la comunidad empresarial. Sobre esta base, él trata de involucrar a los empresarios para que asuman los grandes desafíos que proceden del mundo de la pobreza, de la desigualdad y de la exclusión.
De hecho, los que han demostrado la capacidad para innovar y mejorar la vida de muchas personas a través de su creatividad y experiencia profesional, pueden ofrecer una contribución adicional poniendo sus capacidades al servicio de los que aún viven en medio de una terrible pobreza.[9]
Desearía, ahora, exhortar vivamente a los líderes empresariales para que sean testimonios del amor de Dios en nuestras vicisitudes cotidianas, y muestren con las acciones que la fe y el trabajo pueden coexistir, y que el beneficio puede andar acompasado con el bien común. Debemos esforzarnos en crear alianzas nacionales para responder a las exigencias que son comunes. ¡Hay todavía mucho por hacer!
Por la intercesión de nuestros nuevos santos modernos, San Juan XXIII y San Juan Pablo II; ruego a Dios omnipotente que infunda en nosotros deseos generosos, creatividad, compromiso y energía para servir al bien común con nuestro trabajo cotidiano.
[1]Papa Francisco, Omelia, Misa de toma de posesión de la Cátedra de San Pedro , 19.03.2013.
[2]Papa Francisco, Mensaje al Foro Económico Mundial, Davos-Kloster, 17.1.14.
[3]Cfr. Benedicto XVI, Caritas in veritate, § 7.
[4]Cfr. Caritas in veritate, § 36.
[5]Gaudium et spes, § 24.
[6]V. Gaudium et spes, § 43.
[7]Pius XI, Quadragesiumo Anno, § 79.
[8]Es importante notar que La vocación… es el primer documento del Vaticano que relaciona la susidariedad con el management empresarial.
[9]Papa Francisco, Mensaje al Foro Económico Mundial, Davos-Kloster, 17.1.14.