Entrevista a Javier Fernández-Cid, vicepresidente de ASE-Alfa y Omega

Son muchos los empresarios que se enfrentan en las últimas semanas a una situación muy delicada. La actual pandemia ha paralizado la práctica totalidad de la actividad productiva, algo que pone en jaque su viabilidad y, por tanto, miles de empleos. Hablamos de cómo están viviendo esta situación con Javier Fernández-Cid, vicepresidente de Acción Social Empresarial (ASE), –entidad que agrupa a empresarios, directivos y profesionales de la empresa católicos–, con una larga trayectoria como directivo en el sector de los seguros

Desde ASE se solidarizaron desde un primer momento con las víctimas del COVID-19 y han animado a los empresarios a dar lo mejor de sí mismos en estos momentos.

Publicamos un comunicado en el que, en primer lugar, mostramos nuestra cercanía a los que están sufriendo esta pandemia, y ofrecemos algunos criterios. Ese texto recoge muy bien el espíritu de la asociación. Hablamos de que el empresario tiene que ser solidario con la situación y contribuir, en la medida de sus posibilidades, al esfuerzo colectivo en la lucha contra la pandemia, para sobreponerse a la crisis económica lo antes posible.

¿Lo están haciendo?

Hay muchas empresas que trabajan de forma decidida y callada en la lucha contra el COVID-19. Están aportando ayuda económica, pero también reorientando sus funciones: piense en los empresarios que movilizan sus cadenas de producción a bienes que hoy son escasos como las mascarillas o los test, o aquellos que se dedican a sectores como los transportes, la farmacia… Creo que nuestro empresariado está respondiendo muy bien.

No solo está en juego el empleo de muchas personas, sino también la viabilidad de las empresas. La situación es muy delicada, ¿no?

Por eso solicitamos a la Administración que facilite el clima adecuado y la libertad económica para que las empresas más afectadas por esta crisis puedan desarrollarse y recuperarse. Este marco es el que va a permitir que estas, cuando llegue el momento de la recuperación, se reincorporen a la economía. Muchas han tenido que cerrar definitivamente y otras posponer sus actividades. En todo caso, lo que hay que buscar es el bien común y el empresariado va a hacer todo lo posible para salvar sus empresas y los empleos. De hecho, las medidas difíciles que tengan que tomar con respecto a sus empleados se harán siempre en ultimísima instancia.

¿Cómo están viviendo esta situación los empresarios y directivos a nivel particular?

Te cuento un caso concreto. Hablaba con un empresario del sector de la formación en automoción que me decía que él era un trabajador más de la empresa, como otro cualquiera, y que iba a aguantar todo lo posible antes de aplicar un ERTE. En un foro en el que estamos varios dirigentes le decíamos que para que la empresa pueda sobrevivir quizás era mejor acogerse a un instrumento de estas características, al menos de forma parcial. Se negaba, y como la empresa ya no se podía hacer cargo, estaba poniendo dinero de su propio bolsillo. Ver la solidaridad con los compañeros es la maravilla que necesitamos.

Sin embargo, la imagen social que se tiene de los dueños de las empresas es otra. Mucho más negativa.

En nuestro caso concreto, como empresarios y directivos cristianos, la doctrina social de la Iglesia es la que nos sostiene y nos soporta. En esos versos vemos lo que es posible y lo que no. Pero cuando hablamos de una actividad económica no solo tenemos que tener en cuenta al empleado, sino también a otros grupos de interés como los clientes, los proveedores o la propia sociedad. Me consta que nuestros asociados se están manteniendo en esa ecuación. Y eso es muy importante, porque nuestro cometido como empresarios o directivos es aportar nuestro grano de arena al bien común manteniendo la actividad de nuestras empresas, que van a permitir la recuperación del país con la ayuda de todos y la colaboración del sector público. Porque, no lo olvidemos, el sector público se nutre del privado a través de los impuestos, ya sean de personas físicas o jurídicas.

¿Es este, el de la promoción del bien común y de la utilidad social, el principal testimonio que deben dar los empresarios cristianos?

El empresario cristiano tiene que tener muy en cuenta que su actividad económica tiene una función social, y eso debe conducir, explicar y justificar todas las decisiones. Junto a esto, ser consciente de que los empleados, clientes, proveedores y accionistas forman parte de un ecosistema que no solo se ocupa de los intereses de uno, sino del conjunto. En definitiva, buscar el bien común y la solidaridad a través de la relación económica hace florecer lo mejor de las sociedades. Cuanto mayor éxito tenga una actividad económica, más va a contribuir al interés general a través de los impuestos que paga, los salarios que genera y los bienes y servicios que produce.

Cuando piden un marco adecuado a la Administración, ¿a qué medidas concretas se refieren?

Como somos una asociación que abarca todas las actividades, permítame que no cite algo en particular. Sí puedo decir que si se toman medidas –pensemos en los autónomos, en los pequeños y medianos empresarios, en la empresa familiar…–, que ayuden a que se pueda continuar con las distintas actividades, a que se pueda pasar el bache, el empresario asumirá su responsabilidad y sabrá devolverlas en su justa medida. No me cabe ninguna duda.

Fran Otero – Alfa y Omega

16 abril 2020

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