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Mis primeras palabras quieren ser de cariñosa bienvenida a esta acogedora y cosmopolita archidiócesis de Madrid.En un contexto de crisis económica con bastantes similitudes a la actual, vio la luz UNIAPAC. Justo dos años después de la gran depresión de 1929 y bajo el impulso de Pio XI y su Quadragesimo anno, tan profética y tan valiente en tantos sentidos. Más de 80 años después, sus desafíos no han desaparecido y hoy celebramos el impulso social y la pasión por la justcia del ponticado actual del Papa Francisco.
Ahora que la globalización y la tecnología corren el riesgo de deshumanizar la existencia y consolidar la cultura del descarte, se hace más necesaria que nunca la introducción de valores éticos en el ámbito de la empresa.
Como señalaba Juan Pablo II, ´la empresa no puede considerarse solamente como una sociedad de capitales pues es, al mismo tiempo, una sociedad de personas en la que formar parte, de manera diversa y con responsabilidades específicas, los que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo¨(CA 43)
Esta cita es solo un ejemplo de la importancia que tiene tomar en consideración las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia como encarnación del evangelio en los contextos concretos y, en particular, en el mundo de la empresa, en la que tantos hombres y mujeres desarrollan buena parte de su vida.
Que este espacio sea un ámbito de crecimiento personal, desarrollo, justicia e inclusión social depende en buena medida de opciones éticas y religiosas.
Para que la empresa esté impregnada de valores es necesario que quienes tienen responsabilidades en ellas, los empresarios y dirigentes, estén impregnados de espíritu evangélico, valores morales y sensibilidad humana.
En la empresa confluyen intereses entrecruzados: los de los propietarios e inversores, los de los gestores, los de los empleados y trabajadores, los de los proveedores, los de los clientes, los de la comunidadlocal sobre cuyo territorio se asienta y sobre la que ejerce influjo. Su política de respeto a los derechos de los trabajadores, el exquisito cuidado de este añejo principo social de la Iglesia que prioriza el trabajo sobre el capital , se suman otras responsabilidades éticas más recientes como el cuidado de la casa común, la creación, evitando la contaminación, el abuso de los recursos naturales, la necesidad de transparencia y cumplimiento de los deberes fiscales o la conciliación entre la vida laboral y familiar.
No se puede olvidar que en la base de todas las opciones está la cuestión antropológica. Eso le llevo a Benedicto XVI afirmar en la Caritas in veritate que la cuestión social es fundamentalmente una cuestión antropologica (CV 75). Una concepción de la actividad económica que presupone que la persona se reduce a un mero individuo, que lo que mueve la historia es el egoísmo y el interés, y no la solidaridad y la aperura a la comunión con otros y con el Totalmente otro, amén de la absolutización del lucro como único fin de la actividad económica, están en la base de la crisis que padecemos: no sólo es económica, sino también ética y de sentido.
La responsabilidad del empresario y del dirigente cristiano va más allá de lo legalmente establecido, más allá incluso de la responsabilidad social corporativa. Además del crecimiento económico es precioso no perder de vista la necesidad de hacer llegar a todos sus frutos, especialmente a los más pobres. Crecimiento sin disminución de las desigualdadesen inequidad en palabras del Papa Francisco.
Es verdad que la empresa para poder ser sostenible ha de ser necesariamente rentable, pero también lo es que sin actitudes éticas, humanistas y solidarias la empresa no constituiría una impagable aportación al bien común y el desarrollo de los pueblos.
Por eso es imprescindible que los valores morales se contagien en el ámbito empresarial. Por ello, este simposio resulta de mayor interés y de la máxima actualidad. Ejemplos como el del empresario Enrique Shaw, cuyo proceso de canonización fue iniciado por el entonces arzobispo de Buenos Aires, Mons. Bergolio, deben ser reconocidos. Dignifican la figura del empresario, del directivo, del hombre de gestión cuando actúa guiado por valores éticos, el norte dle bien común, la justicia social y un sentido que encuentra solo en Cristo, camino de verdad y vida. Ojalá que su ejemplo se multiplique y, entre todos, logremos dejar atras un mundo tan injusto y desigual como el que padecemos, especialmente los más pobres, y podamos acercarnos al sueño de Dios mediante la civilización del encuentro y del amor. En ella tenéis un papel y responsabilidad de primer orden. Que Dios os ayude a lograrlo, que El bendiga este encuentro. Os deseo un excelente y fecundo trabajo. Muchas gracias