Carta de nuestro consiliario Fr. D. Benjamín Echeverría

HAY UNA GRIETA EN TODO

Hermanos, que tengáis la paz del Resucitado.

La palabra más repetida en este tiempo pascual es “Aleluia”. Tomada de la tradición judía expresa el deseo y la invitación de alabar y bendecir al Señor. En el tiempo de Pascua la liturgia y la experiencia de encuentro con el Resucitado nos llevan constantemente a expresar esta actitud con nuestro corazón y nuestros labios. A menudo me sorprendo tarareando o cantando ese “Aleluia” no litúrgico  de Leonard Cohen, que tal vez sea mi canción preferida o la número uno de mis cuarenta principales.

La liturgia nos sitúa en esta dinámica al mismo tiempo que la vida se encarga de mostrarnos que no siempre son fáciles de vivir y de expresar la bendición y la alabanza. Como dice el Papa Francisco en esa reflexión que ha publicado la revista Vida Nueva, titulada un Plan Para Resucitar,  “invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19… El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan”. Aun así, quieto en la habitación, entre lecturas y reflexiones, se me cuela constantemente la música del “Aleluia” de Leonard Cohen. Esta mañana he decidido escuchar las canciones del CD y me ha sorprendido otra, “Anthem” cuyo estribillo dice que “hay una grieta en todo y así es como entra la luz”.

Creo que tiene razón este hombre.  Creo también que la percepción que tenemos de nuestro mundo actualmente es la de un mundo agrietado, resquebrajado, en el que van a desmoronarse muchas de las realidades vividas hasta ahora. Ante las grietas tenemos la necesidad y la urgencia de repararlas para que no se hagan mayores y el daño sea mayor.  Así lo entendió Francisco y se puso a reparar aquella “iglesica” que amenazaba ruina.

Sin embargo, este mundo agrietado, nos ofrece nuevas posibilidades de encontrar luz, de ver,  a través de sus propias grietas.  Tenemos que continuar programando, planificando y preparando el futuro a nivel personal y como fraternidad  y creo que todos somos consientes de que no podemos hacerlo de espaldas al sufrimiento de los demás.

Tal vez percibimos hoy como nunca, que nuestro mundo hoy en un mundo especialmente agrietado y roto. Pero no podemos olvidar, que Dios lo ha puesto en nuestras manos y sigue siendo el lugar en el que acontece nuestra salvación. Que este mundo agrietado con todas sus estructuras está en proceso de transformación y que precisamente los desajustes y las heridas del mundo sólo pueden ser curadas por medio del amor favoreciendo la cultura del encuentro, rompiendo la lógica de la posesión y el dominio y formándonos en la lógica de la gratuidad y la interdependencia. Estas propician una cultura de la solidaridad.  Hemos de recordarnos continuamente los hermanos que “la solidaridad no es, en primer lugar, dar cosas a los otros. Es interdependencia mutua y fraternidad. La cultura de la solidaridad crea nuevos modos de entender y de vivir las relaciones con los otros” (VI CPO. 22).

Por ahora nos toca estar encerrados, cuidándonos a nosotros mismos como una manera de cuidar también de los demás. Tenemos la suerte de estar conectados con nuestro mundo a través de internet y de distintos medios de comunicación y redes sociales. Tenemos tiempo para celebrar la fe en fraternidad y para orar de manera personal. “Que nuestra oración sea expresión de solidaridad y compasión universal. Conformándonos a la oración de Jesús seamos voz de toda realidad, asumiendo en nosotros las alegrías y las  esperanzas, los dolores y las angustias de todos los hombres” (Const.50,5). 

Recibid mi saludo de hermano

Madrid, 24 de abril de 2020

Fr. Benjamín Echeverría

ministro provincial

 

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