Carta abierta de D. Luis H. de Larramendi, Presidente de Honor de ASE

Un cordial saludo a todos.

Estas líneas van para agradecer a ASE y a su Consejo de Dirección el que hayan secundado la propuesta del Presidente, Javier Fernández-Cid, de nombrarme “Presidente de Honor” de Acción Social Empresarial.

Era adagio romano el considerar que “honores mutant mores, sed raro in meliores”… Pero, claro, se referían a honores con contenido de poder económico, social o político, que no es el caso. Yo no pienso cambiar mis costumbres, y menos que nada en relación con ASE, a quien seguiré apoyando mientras Dios me dé fuerzas.

Pero como no pocos de vosotros os habéis dirigido a mí tras la amplísima difusión que del hecho del nombramiento ha hecho la Gerencia de ASE, me ha parecido que a todos los receptores de la noticia debía yo también enviarles unas líneas, con una reflexión y mi agradecimiento, porque sin vuestro soporte no habría habido motivo.

Y mi reflexión va relativa a “el por qué” de la implicación en ASE de los empresarios, directivos y profesionales que la conformamos.

Siempre me he dejado influir por las lecturas y pareceres de quienes tienen guías que ofrecer que yo considero buenas para la formación del espíritu, y dedican a ello esfuerzos que no todos podemos hacer.

Hay un filósofo católico francés, Fabrice Hadjadj, que me resulta apasionante en su enfoque ortodoxo y rompedor de las cosas, un poco al estilo, aunque no llegó nunca a católico, de nuestro sin par Miguel de Unamuno.

Había leído no hacía mucho que en el Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium, se decía: el fiel laico no hace cosas que otros no hacen: hace lo mismo, de manera diferente. No vive solo de amor y de agua fresca: come, bebe, tiene mujer e hijos, tiene compañeros de trabajo, pero ya coma o beba o haga cualquier otra cosa lo hace todo para la gloria de Dios (cfr. 1 Cor 10, 31), que es esforzándose por hacerlo bien y dando testimonio de la fuente de todo bien.

O sea, que para ser la “luz del mundo” no es más lo que se nos pide a los laicos… Y cuando estaba en esa reflexión se cruzó Hadjadj con unas consideraciones sobre “la sal del mundo” que me apetece compartir, porque yo creo que están, – y han estado, siempre subconscientemente, – en mi propio actuar. Porque en S. Mateo 5, 13 solo se alude a ser la “luz del mundo” tras hablar de ser “la sal de la tierra”.

Y ciertamente la “luz” tiene más resonancia que la “sal”, es espiritual, inmaterial, ilimitada, omnipresente, y no sé cuántas cosas más… Pero la sal es más cercana al hombre, la tiene en su cuerpo, la consume, la busca…

Y tiene unas facultades de las que la luz carece, y que TENEMOS QUE TENER EN NOSOTROS, puesto que Dios no nos dice: “TRATAD de ser la sal de la tierra” , sino que “vosotros SOIS la sal de la tierra”…

Y así como la sal resalta el sabor de los alimentos, nuestra “sal” tiene que resaltar nuestra condición de cristianos.

Y del mismo modo que la sal es medio para conservar los alimentos, nosotros debemos conservar nuestra fe en esa “sal”.

Y como la sal provoca sed, ella nos debe llevar a seguir siempre en la búsqueda de todo lo que apacigüe la desgana en el mostrar al mundo nuestra fe.

Y, también, como la sal desinfecta las heridas, nuestra “sal” debe permitirnos echar como intrusas a todas las heridas del espíritu que puedan atacarnos…

Así que, visto de esta forma, parece que ser sal no es mucho menos que ser luz…

Y yo creo que es precisamente eso lo que he querido ser desde que asumí el reto de poner al día esa ASE a la que quienes nos precedieron dieron vida poniendo su sal y su esfuerzo en ello.

Porque esa manera de ser la “sal” en medio de profesionales, directivos y empresarios, es poner la Doctrina Social de la Iglesia bien visible, ayudando así a que mejore, a conservarla, tratando de que provoque sed de ella, haciendo que desinfecte nuestras heridas…

Pero claro, no podemos olvidar que nuestra profesión nos impide dejar de pensar en la gestión, en los actos que hacemos, los libros que publicamos, la repercusión de nuestros eventos, el número de socios y la viabilidad económica de la Asociación.

Pero todas esas cosas materiales NUNCA deben hacernos perder de vista que SOMOS la sal de la tierra y que nuestro condimento específico es la Doctrina Social de la Iglesia.

No sé si parece muy embarullado lo que os digo, pero sí que termino animándoos a que, siendo la sal de la tierra, sea posible ver a través de vosotros las bondades de la Fe en Jesucristo y en ella, de la Doctrina Social que debemos conservar como tesoro que nos ha sido delegado.

Espero seguir siendo de alguna manera sal y luz por muchos años en este mundo, a través de la presencia agrupada en ASE, que multiplica su sabor… por lo que no puedo terminar sin el toque de gestor de cosas humanas: ¡Asociaos quienes no lo estéis, animad a vuestro entorno a hacerlo, participad en los actos y, sobre todo, sed la presencia de la Fe en Cristo Resucitado en los ambientes empresariales, directivos y profesionales en que estemos!

 

Luis Hernando de Larramendi

Presidente de Honor

ASE – Acción Social Empresarial

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *