Carlos Jiménez Muñoz: “ASE: Visión empresarial cristiana de la reforma laboral”_Religión Digital

El pasado 30 de diciembre se publicó en el B.O.E. el Real Decreto-Ley 32/2021 de  medidas urgentes para la reforma laboral, la garantía de la estabilidad en el empleo y la  transformación del mercado de trabajo, que recoge el acuerdo sobre la materia  alcanzado por el Gobierno con los agentes sociales CEOE, CEPYME, CCOO y UGT.

Pendiente de aprobación parlamentaria, no obstante, mucho se ha escrito ya, y más que  se hará en los próximos meses, sobre la tan anunciada reforma laboral, que como no  podía ser de otra manera, en una España tan polarizada, cuenta con fervorosos  entusiastas y con acérrimos detractores. Desde Acción Social Empresarial- ASE pretendemos en esta primera reflexión acercarnos, desde una visión empresarial, a la  reforma laboral a través de la óptica del pensamiento social cristiano, intentando  conjugar lo que entendemos son sus aspectos positivos y sus principales déficits.

Previamente debe decirse que, pese a voces que pregonan encontrarnos ante una  reforma histórica, ciertamente estamos ante una reforma puntual y no estructural que, en  lo esencial, mantiene los mecanismos de flexibilidad interna y colaboración empresarial  establecidos por la reforma del 2012, que justo es reconocer ayudaron a superar la crisis  de 2008, favoreciendo la creación de tres millones de puestos de trabajo, y a afrontar la  derivada de la pandemia, con mecanismos útiles como los Ertes, que ahora se refuerzan.

Insistía recientemente el Santo Padre en su mensaje a la 109 reunión de la Conferencia  Internacional del Trabajo de la OIT (17 de junio de 2021), en la necesidad de buscar  soluciones que “nos ayuden a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en  condiciones laborales decentes y dignas, que provenga de la negociación colectiva, y  que promueva el bien común (…)”, de ahí que consideremos que el principal éxito de la  reforma ahora aprobada sea precisamente que es fruto del diálogo social, tan necesario  en periodos de crisis como el actual; diálogo y acuerdo que muchos olvidan no tiene  necesariamente que significar conformidad, manteniéndose las lógicas reivindicaciones  por ambas partes, la social y la empresarial.

Es lugar común que los principales problemas de nuestro mercado de trabajo son el desempleo y la temporalidad, por este orden. Indudablemente, hay otros ya  identificados como son la formación profesional, sobre todo en los sectores industriales,  la dificultad de los jóvenes de acceder al mercado de trabajo, la exclusión de éste de  trabajadores cualificados a partir de los cincuenta años, o la necesaria equiparación  salarial; pero ahora surgen otros nuevos derivados del teletrabajo o de las nuevas  tecnologías, que deben ser abordados desde la centralidad de la persona en las  relaciones económicas y la necesaria corresponsabilidad empresario-trabajador en el  desarrollo de un proyecto compartido como es una empresa, pero sin olvidar que la  propia Doctrina Social de la Iglesia reconoce “la justa función de los beneficios, como primer indicador del buen funcionamiento de la Empresa” (Compendio de la Doctrina  Social de la Iglesia nº 340).

Los beneficios empresariales son necesarios, en otro caso  las empresas cierran y con ello los puestos de trabajo desaparecen. Las empresas  mercantiles sirven a las personas y a la sociedad obteniendo beneficios económicos, y  para alcanzar este objetivo deben ser competitivas y productivas, no conviene olvidarlo,  como tampoco conviene olvidar, que la distribución del tejido empresarial español está  constituido en un porcentaje muy elevado por Pymes y Microempresas, lo que hace  especialmente necesario atender sus particularidades para asegurar la eficiencia de las  mismas.

En relación con el problema de la alta temporalidad del mercado laboral español -según  las últimas cifras registradas por la oficina estadística europea, Eurostat, el  porcentaje de empleados temporales en España alcanzaba el 24,7 %, tasa 11,1  puntos superior a la media de la Unión Europea- ecuánime es reconocerle a la  reforma el esfuerzo por reducir estas cifras -en realidad es su principal objetivo contribuyendo con ello a dignificar las condiciones de trabajo para que en definitiva  el trabajo “sea humano”.

Para ello apuesta por potenciar una modalidad contractual  ya existente como son los contratos fijos discontinuos ampliando el radio de acción  de estos, y el reforzamiento del carácter indefinido del contrato de trabajo (que  ahora se presume como tal), reduciendo las modalidades contractuales de duración  determinada y evitando el encadenamiento de los contratos de muy corta duración (los  tristemente famosos “viernes negros”), al objeto de reforzar de este modo la seguridad  y estabilidad laboral de muchos trabajadores, favoreciendo su situación económica  y personal, y con ello, la de sus familias.

La intención puede ser buena, quizá poco realista en determinados sectores como el  agrario o la hostelería, y presumiblemente fuente de litigiosidad y destrucción de  empleo en el corto plazo derivadas del proceso de transformación de los contratos  temporales actuales en indefinidos, y el aumento indirecto de las indemnizaciones en  caso de despido que ello supone, pero en todo caso solo el tiempo dirá si son medidas  eficientes o no, o incluso si resultan medidas meramente cosméticas para atender a las  exigencias de Bruselas para el advenimiento de fondos europeos, como sostienen los detractores de la reforma.

En la línea indicada por el Papa Francisco, entendemos que otro aspecto positivo de la  reforma es el refuerzo de la negociación colectiva sectorial, otorgando el protagonismo  a los sindicatos y organizaciones empresariales, como modo de favorecer el necesario  diálogo social y fortalecer con ello a los diferentes sectores empresariales en la  dimensión común que, con sus particularidades, cada uno de ellos tiene. Para ello, sería  deseable reforzar la representatividad, mediante la mayor afiliación o asociación, de unos u otras, y esforzarse porque el diálogo sea constructivo, de “altas miras” e  independiente, sin tutelas, al margen de los intereses políticos e ideológicos del  gobierno de turno.

En cualquier caso, el marco de negociación colectiva propuesto por la reforma no  proscribe los convenios de empresa. En la práctica los convenios colectivos sectoriales  tendrán prevalencia sobre los de empresa en el salario base, pero estos seguirán  teniéndolo en lo relativo a la jornada de trabajo. Por otra parte los convenios estatales  tendrán prioridad sobre los autonómicos. Respecto a la ultractividad de los convenios,  estos seguirán vigentes sin límite de tiempo hasta que se alcance un acuerdo para renovarlos -hasta ahora era un año máximo, aunque en la práctica judicial esto ya era  así-. Finalmente, en el ámbito de la subcontratación, los contratos de los empleados de  la contrata se regirán por el convenio del sector de la actividad desarrollada, no por el de  la empresa que contrata como pretendían en la negociación el Gobierno y los sindicatos

Pese a los alentadores datos de contratación y afiliación del mes de diciembre de 2021,  no puede perderse de vista que el principal problema social en España es el desempleo,  con una tasa del 14.5% frente al 6,7% de promedio en la Unión Europea, con especial  virulencia en el paro juvenil, femenino y de larga duración a partir de los cincuenta  años. Por otra parte, según datos del Ministerio de Seguridad Social el sector privado  habría perdido más de 18.000 empleos en los últimos dos años, y los buenos datos de  contratación se deben en gran medida al sector público, con 222.424 puestos de trabajo  más.

Recientemente, con motivo del acuerdo alcanzado por los agentes sociales, nos  recordaba el Obispo de Osma-Soria D. Abilio Martínez Varea, responsable de la  Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española, que la legislación laboral  tiene como objetivo fundamental colaborar a que se respete la dignidad del trabajo y  que se realice en condiciones dignas, sin olvidar que el principal problema laboral es la  falta de trabajo que afecta a millones de personas, por lo cual habrá de facilitarse a las  empresas la creación de empleo y el acceso a un trabajo digno a tantas personas que ven  con incertidumbre su futuro.

No sin pesar, consideramos que la reforma laboral no afronta decididamente el  problema del desempleo en España. A nuestro entender, es una ocasión perdida para  haber establecido medidas que favorezcan la creación de empleo privado de calidad por  empresas y autónomos, que por otra parte se ve lastrada en gran medida por otras  decisiones del Gobierno, como son la subida de las cotizaciones sociales y de las cuotas  de los autónomos, que frenan las contrataciones, y reducen la competitividad de las  empresas españolas, especialmente de las Pymes y Microempresas. Se echan en falta  nuevas medidas fiscales, sociales y económicas complementarias que incentiven la  actividad empresarial, y la creación y el mantenimiento de puestos de trabajo por las empresas.

Por otra parte, consideramos que se ha desaprovechado una gran ocasión para afrontar  algunos de los principales problemas laborales de actualidad y de un futuro próximo,  como son el teletrabajo, y su repercusión en las condiciones laborales y de conciliación  familiar, la robotización, la cuestión demográfica o los “falsos autónomos”, incluidos  los denominados trabajadores autónomos económicamente dependientes (Trades).

Llegados a este punto, consideramos que es esencial interiorizar que el empleo es el  verdadero escudo social del que hablan nuestros políticos. Más allá de las subvenciones  o ayudas temporales necesarias (provisorias, en palabras del Papa Francisco), el trabajo  es un derecho fundamental y un bien para el hombre que, más allá de su justa  retribución, le dignifica como persona. Recordamos aquí y ahora la doble dimensión, individual y social, del trabajo humano que San Juan Pablo II resumía en la Carta enc.  Centesimus annus en los siguientes términos: “Hoy, principalmente, el trabajar es  trabajar con otros y trabajar para otros: es hacer algo para alguien”, o las palabras del  propio Papa Francisco en su video-mensaje al 57º Coloquio “Logremos una Argentina  sostenible” organizado por el Instituto para el desarrollo empresarial de la Argentina:

“el trabajo expresa y alimenta la dignidad del ser humano, le permite desarrollar las  capacidades que Dios le regaló, le ayuda a tejer relaciones de intercambio y ayuda  mutua, le permite sentirse colaborador de Dios para cuidar y desarrollar este mundo,  le hace sentirse útil a la sociedad y solidario con sus seres queridos, y, precisamente  por eso es, más allá de los cansancios y dificultades, el camino de maduración, de  realización de la persona, que da alas a los mejores sueños”. 

Por todo ello, en Acción Social Empresarial-ASE entendemos que en este momento  histórico las empresas son, más que nunca, parte fundamental de la estructuración  social, y los poderes públicos, respetando el principio de subsidiariedad, deben  esforzarse en incentivar y promover la noble vocación del empresario que busca “con  creatividad” (resaltaba el Cardenal Arzobispo de Madrid D. Carlos Osoro en el último  Encuentro Anual de Socios de ASE) producir riqueza y diversificar la producción,  haciendo posible al mismo tiempo la generación de puestos de trabajo.

Desde 1951, año en que se constituyó Acción Social Empresarial-ASE, los empresarios  y directivos cristianos hemos sido testigos de muchas reformas laborales, de distinto  signo, por eso somos conscientes de que solo el tiempo valorará en su justa medida la  reforma actual. Mientras tanto, nos ponemos al servicio de los empresarios y de la  Iglesia para poder contribuir a su éxito, que será el de todos.

Carlos Jiménez Muñoz 

Vicepresidente Acción Social Empresarial-ASE

 

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