Pasión por la empresa. Cuando apasionarse por un proyecto implica padecer con él. Reflexión de Dionisio Blasco España

Reflexión de Dionisio Blasco España, Delegado Territorial Diocesano de ASE en la Diócesis de Málaga y presidente del Foro de Oración y Reflexión de ASE en la Casa Diocesana de Málaga.

 

PASIÓN POR LA EMPRESA

(*) Dionisio Blasco España

 

Cuando apasionarse por un proyecto implica padecer con él.

Desde el Jueves Santo al Domingo de Resurrección, los cristianos celebramos a través de la liturgia, y de forma especialmente intensa, el Misterio Pascual, es decir, la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. No se trata del recuerdo de algo que ocurrió, sino de un memorial, de la actualización aquí y ahora de un acontecimiento de tal profundidad, fuerza y magnitud, que tiene la capacidad de atravesar, lo mismo que la luz de las estrellas, el espacio y el tiempo para hacerse presente en cada uno de nosotros.

Y ese acontecimiento actualizado es enseñanza y experiencia para cada uno de nosotros. El término “pasión”, del latín passio, -ōnis, y este del griego πάθος (páthos) está lleno de significados. El diccionario de la Real Academia Española de la lengua habla de pasión para referirse a la acción de padecer, pero también a esa vinculación vehemente a una persona o proyecto. Y esos dos significados se nos presentan como la cara y la cruz de su raíz más profunda: el amor.

Amar supone apasionarse, pero también conlleva padecimiento. El que ama es feliz, pero también sufre por aquella realidad amada.

Si algo caracteriza a los empresarios y directivos es su “apasionarse” por los proyectos, por las ideas, por los productos y/o servicios que ofrece a través de la actividad empresarial. Si algo caracteriza al empresario y directivo cristiano es que ese “apasionarse” lo vive alineado a la pasión de Cristo. En otras palabras, lo vive desde el gozo y también desde la cruz que supone el amor.

La pasión por la empresa conlleva, inevitablemente, padecer “con” la empresa, preocuparse por los riesgos que asumimos, tomar decisiones “dolorosas”; pero también la pasión por la empresa conlleva padecer “de” la empresa, encajar el dolor que procede de la soledad, de la incomprensión inherente a la responsabilidad de dirigir y gestionar. Y es aquí donde nos identificamos con el Cristo sufriente, porque cuando la fuente de ese padecer está en la misma realidad humana es cuando más necesitamos mirar a Aquel que padeció por la humanidad, por cada uno de nosotros.

Pero la última palabra no la tiene ni el dolor ni la muerte. Los cristianos no adoramos a un Dios de muertos, sino de vivos (Mc 12, 27). La última palabra la tiene la Palabra, la Resurrección, la Vida. Y es aquí donde los empresarios y directivos cristianos nos identificamos con el mensaje más profundo de la fe. También nuestros proyectos, nuestras empresas, están llamadas a ser iluminadas por la esperanza, una esperanza fundada en la convicción de la posibilidad de una vida resucitada.

Pero, inevitablemente, no hay resurrección sin amor, y no hay amor sin pasión y muerte…

 

(*) Dionisio Blasco España es Delegado Territorial de Acción Social Empresarial en la Diócesis de Málaga.

 

Publicado en EXAUDI CATHOLIC NEWS

 

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